La magdalena


             La magdalena, como divertimento literario, pretendió que el alumnado de B1B conectase con sus sensaciones, con el pasado, el presente y con la certeza de que no hay que hacer grandes esfuerzos para sacar a flote nuestra profundidad, solo hay que estar atentos y observar...:

    
        Venían envueltas en un plástico, dentro se encontraban dos, una para mi y otra para el compañero de al lado. Tal magdalena, tenía una base de papel, como todas, al abrir y sacarlas, dio el olor, un olor con el que entraban ganas de no dejar ni una miguita. Esponjoso, viscosa y blanda. Pegar el muerdo, fue como abrir las puertas hacia un lugar de cuento, donde todo es como una fabrica de dulces.

Daniel Casco Adánez


        Dedicada especialmente para gustar. Con su cima nevada y de relieve rocoso, está forrada de seda. Su olor recuerda la infancia de aquellos que la mastican y la debilidad de todas las personas.Como el centro de la Tierra, en su interior guarda una explosión de magma que al tenerlo en la boca inspira un gusto extremo. Pero lo mejor de todo es el sabor permanente que notas dentro de tu boca durante un largo tiempo.


África Sánchez López

         Huele como al entrar en un obrador con pasteles recién hechos. El azúcar entre los dientes es el chillido de una tiza al deslizarse. Rugosa, áspera... pero dulce.

Carmen Rodríguez Aparicio

         Magdalena sin café, como cuando enciendes un cigarro. Empiezas con ganas y, de lo seco que está, dejas siempre algo más que se puede aprovechar. A dieta enfrente de una pastelería, o el que llega tarde a un sitio donde no quiere ir, un partido en el que tu equipo va perdiendo... Al final todo se acaba y no ha sido para tanto.

Abel Romero Caleya

        Una pequeña caja de recuerdos, dorada con aspecto horneado, rugosa como una esponja y de sabor a una suave harina y a un ácido limón, que una vez abierta, me hace recordar a esos bonitos arrecifes que existen bajo el mar.

Lorena Gutiérrez Lobo

        Nuestra profesora de Lengua y Literatura, Alicia, nos trajo a clase un jueves a última hora una magdalena muy pequeña. Ésta venía envuelta, cuando decidí abrirla me transmitió alegría porque sabía que había acabado el día y llegaba la hora de volver a casa. Mientras que la comía mi imaginación empezó a funcionar. Le metí el primer muerdo y estaba muy esponjosa…parecía un hormiguero, millones de recovecos la formaban, un insecto podría vivir.
Le volví a dar otro pellizco y llegó la esencia. En mi boca se produjo una mezcla entre su suavidad y el azúcar de su cima, estaba machando contra mis dientes un gran trozo de hielo.

Cuando me di cuenta solo me quedaban unas poquitas de migas pegadas a su papel.

Francisco José Carvajal

        Corrían las horas en mi día a día de estudiante, ya pasó el meridiano, y para sorpresa de mi persona y del resto de acompañantes, nuestra profesora de lengua nos sorprendió con un agradable tentempié, una magdalena .Toda la clase se estremeció y comenzaron las carcajadas y los comentarios alegres y fraternos... Seguido nos invitó a escribir unas líneas sobre este producto tan singular y común en nuestras vidas. Unos, al instante la abrieron y empujaron a través de su garganta ,otros la admiraron y rieron, otros olían el dulce, y otros como el escritor de estas líneas , la probó y comenzó a trabajar.

Manuel Patiño Carroza.


      Son las dos de la tarde, me dan una magdalena: me viene como una lluvia en sequía, el manjar del mediodía hambriento.

        Montaña dulce, y en su punta, pequeños copos blancos, casi invisibles, pero se ven por el gusto, gusto de nube dorada. Envuelta en un caparazón de surcos blandos que alguna vez se desenvuelve para conocerla. En su interior una esponja de sabores, sabores dulces que desprenden un cierto olor a limón.



Marta Bejarano Torres B1B

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